CARLOS CARSOLIO
COMPARTIENDO SU EXPERIENCIA EN LA MONTAÑA
Por: Rosario Cardoso
Carlos Carsolio es un montañista mexicano de gran prestigio internacional. En 1996 se convirtió en el cuarto hombre en la historia, y el más joven, en alcanzar las cumbres de los catorce ochomiles: las catorce montañas que superan los ocho mil metros de altura en nuestro planeta, todas ellas, las consiguió sin utilizar tanques de oxígeno.
Se ha comprometido desde 1985 a compartir la filosofía de éxito que, a través del trabajo en equipo, la visión y el liderazgo, entre otras, lo ha llevado a las más altas cimas. En este sentido ha impartido más de 1,200 conferencias en México y el extranjero.
Revista Avándaro, se dispuso a tener una cordial conversación con Carsolio, quien con excelente disposición, nos concedió esta entrevista:
Carlos, ¿qué significa para ti, ser el único hombre del Continente Americano que ha alcanzado las catorce cumbres que superan los 8,000 metros de altura del mundo?
Ha significado una excelente herramienta de mercadotecnia que me ha llevado a lograr mis verdaderos sueños. A mí nunca me atrajeron los números como tales: no creo en el espíritu olímpico ni en el number one, no creo en la competencia directa, yo creo más en la competencia interna… “con uno mismo”. Al escalar los catorce ochomiles abordé mis sueños, que era escalar paredes de alta dificultad, paredes que nunca habían sido escaladas. A mí siempre me atrajo la exploración, el reto fue escalar montañas vírgenes, siete de éstas las escalé en solitario y sin tanques de oxígeno, en tiempos menores de veinticuatro horas, haciendo nuevas rutas.
¿Y el miedo?
Existen varios tipos de miedos: uno es el miedo instintivo que es valiosísimo y lo ha venido desarrollando el ser humano durante toda su evolución, pero que la civilización actual ha ido perdiendo. Para mí ese miedo es muy valioso, por ejemplo, el día que un torero salga al ruedo sin miedo, ese día lo cornean, ese miedo nunca hay que perderlo pero hay que controlarlo. El problema de la educación actual en las culturas occidentales, es que se ha perdido el control de los medios y la educación sobre los miedos. Otros miedos que son terribles son el miedo al fracaso y el peor es el miedo es al qué dirán, es un miedo que cada vez está abrumando más a los jóvenes, generando sociedades frustradas con individuos golpeados emocionalmente, sin felicidad ni plenitud.
¿En qué momento te iniciaste en el alpinismo?, ¿qué edad tenías?
Yo vengo de una familia de alpinistas, mi madre y mi padre se conocieron en la montaña, mi mamá subió embarazada al Iztaccíhuatl, a mis hermanos y a mí, desde pequeños nos sacaron a la naturaleza: a enlodarnos, a conocer cuevas, ríos y a sentir la nieve. Desde niño me gustó escalar y mi primera escalada en forma fue cuando yo tenía ocho años, fue una roca de sesenta metros. A partir de ahí me apasionó el espacio vertical y la escalada en roca, a mis catorce años, comencé un entrenamiento metódico con toda una visión a futuro.
Sabemos de tu pasión por los deportes extremos, ¿podrías platicar a los lectores de Revista Avándaro, de dónde viene esa adicción por la adrenalina?
De entrada estoy en desacuerdo con la palabra “extremo”, porque desde mi punto de vista, llevar algo al extremo se da cuando alguien que se dedica a ello totalmente, por ejemplo: Ana Guevara y Lorena Ochoa. Volar en parapente es una actividad muy sencilla, aprender a volar en parapente es como aprender a andar en bicicleta, aventarse en el bonji para mí no tiene nada de extremo porque sólo es un momento de decisión. Se les podría llamar deportes de aventura; ahora, el hecho de practicar este tipo de actividades en la naturaleza fue normal para el ser humano desde el primer momento, pues siempre estuvo trabajando una planeación estratégica, desde salir a cazar al mamut hasta cruzar una montaña o resolver una tormenta, en ella se alertaban los instintos. En todo este tipo de actividades había una descarga adrenalínica, que hace que los reflejos sean más veloces y que la mente sea también más rápida. Lo triste es que el ser humano entre más urbano es, más va perdiendo esa relación. Se cree que se vuelve toda una adicción a la adrenalina, como la de otros componentes, como por ejemplo: las sustancias que genera el amor, entre otras emociones. Esto es algo verdaderamente valioso y que por desgracia se ha venido perdiendo en el mundo occidental.
¿Podrías compartir con nosotros tu experiencia más grata dentro de tu trayectoria en el alpinismo?
Yo no creo en los superlativos, cada montaña me dio algo, es como si te preguntaran a qué hijo quieres más; cada escalada fue la más importante, la más valiosa, la más plena. Al generar superlativos, se generan también grandes frustraciones, porque siempre se busca algo más en vez de vivir plenamente cada amanecer, cada sonrisa, cada instante. Desde ese punto de vista podría contar muchas historias, pues a la gente le gusta mucho escuchar estas experiencias… ¡tengo tantas!, mi memoria está llena y ha habido de todo: cosas muy duras. El nivel de alpinismo que hice en gran pared sin tanques de oxígeno encontrando nuevas rutas. Tan sólo en mis expediciones perdí a diez de mis compañeros por hipotermia, congelación, por avalanchas o por caerse, aun siendo de los mejores alpinistas del mundo. Cada una de estas situaciones te lleva las emociones al límite. En el lado feliz, podría platicar que a lo largo de una escalada puedes disfrutar de un atardecer que te llena los ojos de lágrimas; superar situaciones de riesgo representa momentos que se vuelven más plenos que la cumbre misma. Creo que las metas se van dando solas cuando sigues el camino que te dice el corazón, que también es algo muy profundo.
Mentalmente, ¿cómo te preparas a la hora de escalar?, ¿qué representa para ti la montaña?
Para mí la montaña es un medio para alcanzar otro estado de conciencia, hay muchos mitos alrededor de la montaña con los que yo choco radicalmente: el hecho de llevar una bandera, clavarla y sentirte conquistador es absurdo, uno nunca va a poder conquistar una montaña pues la naturaleza es demasiado poderosa para poder conquistarla, y dejar basura en una cumbre es un daño terrible, para mí la cumbre es el lugar más sagrado de la montaña y hay que conservarla y mantenerla nítida.
La cumbre no es la meta, la cumbre es apenas la mitad del camino porque el objetivo es bajar vivo, de manera que tu planeación mental va orientada a eso, ciertamente yo me entrenaba físicamente, pero para mí era más importante otro tipo de entrenamiento, como por ejemplo, dejar de dormir varios días para poder adaptarme a ese tipo de situación, tener las manos metidas en cubetas con cubos de hielo para resistir esas temperaturas. Yo he visto a muchos excelentes deportistas llorar sin saber qué hacer a menos de 40°, pero también me he encontrado con personajes como Jerzy Kukuczka, un gran maestro con el que escalé muchos años, él era el mejor alpinista del mundo y a Jerzy nunca le escuché una sola queja por hambre, frío, sed o cansancio físico. En ese sentido es en el que debes prepararte, porque a mayor sufrimiento se disfruta de más satisfactores, y no es que yo sea masoquista, sino que en realidad eso me hace sentir pleno. Es una preparación mental en la que hay que visualizar, poniéndote obstáculos, imaginando lo peor que te puede suceder, y mentalmente lo vas venciendo, y cuando ya vas en la montaña, se puede decir que estás preparado para afrontar cualquier situación que se te presente y salir avante de esas dificultades.
Dentro de las conferencias que impartes, ¿cuál es el mensaje que te interesa hacerle llegar a la gente?
Curiosamente, en el mundo de los alpinistas de más alto nivel, es donde más plenitud de vida he visto y para el común de la gente pareciera que es al revés, hasta nos catalogan de suicidas, el mensaje que doy es “vivir plenamente”, cuando tú conoces la finitud de la vida como puede ser alguien que tiene alguna enfermedad terminal o que tuvo algún accidente y logró sobrevivir, te das cuenta de que es gente que cambió sus valores, su eficiencia; que se concentra en lo que realmente vale la pena hacer en la vida y desde ese momento se es más pleno. El mensaje y la enseñanza que te deja la gran pared y el alpinismo de alto nivel, es que la vida es única y que hay que vivirla exuberantemente, con una gran intensidad y no vegetar la vida protegiéndose sin correr riesgos.
¿A qué atribuyes el éxito y reconocimiento que has conseguido?
Si hubiese sido por un motivo específico , yo creo que sería una persona muy triste, conozco a muchos atletas olímpicos que aun en su madurez se encuentran bastante frustrados porque no consiguieron la medalla. Afortunadamente, en el alpinismo de alto nivel, no hay público, no hay aplauso, no hay medalla de por medio, guarda la esencia del reto. Si tú observas a un niño pequeño armando un rompecabezas y ves cómo lo logra, es esa misma satisfacción intrínseca que consigue al armarlo, o como cuando alguien aprende a andar en bicicleta, la sensación de sentir el viento en la cara cuando vas dominando la bicicleta, consiguiendo equilibrio, es una satisfacción impresionante… ¡así es la montaña! Y para mí eso es éxito, y a consecuencia de tu pasión viene el reconocimiento, dinero y extras, pero que son sólo eso… una consecuencia. Nuestra sociedad traduce “éxito” en dinero y es algo muy raro, que te vayas a una expedición sin dinero, a gastar lo que tienes porque la gente relaciona ganancia económica con éxito y no hay nada más falso que esto.
¿Cuál consideras tú que es el mayor problema dentro de la cultura del deporte en México?
Yo creo que es el mismo que vive toda nuestra sociedad, no sólo en el deporte; desde mi punto de vista, el principal problema es que no somos un país explorador, tenemos 5,000 kilómetros de costas y no ha habido un velerista mexicano que los haya recorrido; tenemos miles de cuevas, somos como el Himalaya de las cuevas y son pocos los mexicanos que las exploran, generalmente son rusos, checos y gringos. Actualmente, los que más hacen desafíos en kayak son también extranjeros. Somos el país más conservador que conozco fuera de los países musulmanes, nuestro conservadurismo es de tal grado que, ahora que estoy tan metido en la tecnología, me doy cuenta de que México patenta menos que Singapur. Estamos lleno de sueños pero no los concretamos, nos hace falta ser más visionarios, nos falta espíritu de riesgo. Es muy triste porque todos los bebés son exploradores, siempre están buscando cosas nuevas e inclusive riesgos, pero en nuestra cultura el padre y la madre mexicana van matando al explorador, no lo dejan caer de las escaleras y luego nuestra cultura es también tan limitante que aplasta al explorador en la escuela, en las mismas áreas laborales y entonces el mexicano está acostumbrado a no crear, sí en el arte y en la cocina, pero no en la tecnología porque muchas veces la pirateamos y ése para mí es la más grande tragedia de México.
En segundo lugar, en general, aunque no es el caso total, es algo muy común: que nos asumimos como víctimas, esto es destrozante emocionalmente, yo lo veo en muchos de los deportistas, hay jóvenes que comienzan a despertar en alguna actividad y ya sienten que por su carita se les debe patrocinar y se frustran porque no lo consiguen, o empresarios que tuvieron una maravillosa idea que se frustran también porque no les dieron el dinero para llevar a cabo el proyecto. Hay que ganarse la vida, desde los propios deportistas que tienen que buscar un financiamiento a cambio de un gran esfuerzo, a lo que voy es que en México le echamos la culpa a todo: al gobierno, a la familia o a Dios, y somos un país extremadamente quejumbroso.
Valle de Bravo ha sido tu casa por mucho tiempo, ¿qué te enamora de este lugar?
Es maravilloso en todo lo que respecta a la naturaleza, es un lugar privilegiado, fantástico para el crecimiento de mis hijos, tener acceso a esas veredas de bicicleta, a esos aromas, esas orquídeas, a esos pinos. Para entrenar y hacer travesías es fantástico, eso me llena mucho de Valle.
¿Hay algo que quieras decir a los vallesanos?
Que cuidemos este espacio, que construyamos una conciencia social que haga a la gente local más productiva, también con la naturaleza, buscando mecanismos de protección en todos los sentidos, para no perder su magia y conservar ese lugar pues día a día se ve más la tala clandestina, y es duro ver como cada vez hay menos bosques.
Un poco más de Carlos Carsolio
Premio nacional de la juventud en 1985, a los 22 años logra su primer éxito de resonancia mundial, con el primer ascenso al pilar sudeste del Nanga Parbat (8,125 metros), por la pared del Rupal (la pared de roca y hielo más grande del mundo, con 4,500 metros de desnivel). A la fecha, esta ruta no ha podido ser repetida.
Durante más de quince años, ha realizado ascensos de “gran pared” en Yosemite, las Rocallosas, los Alpes, los Andes, los Himalayas, la Patagonia y la isla de Baffin. Sus escaladas a cumbres y paredes vírgenes, algunas de ellas en solitario, lo colocan como uno de los mejores montañistas del siglo XX.
Entre sus ascensos internacionalmente reconocidos podemos destacar: cumbre virgen del Manaslu Este de 7,992m (1986); primera travesía de la cumbre central a la principal del Shisha Pangma 8,046 metros (1987); primera escalada a la cara sur del Svanhvit en el Ártico (1991); nueva ruta en solitario a la cara oeste, de roca y hielo, del Broad Peak 8,047 metros (1994), nueva ruta en solitario a la cara oeste del Gasherbrum II 8,035 metros (1995); primer ascenso a la cara noreste del Lobuche Este 6,119 metros (1997).
Entre sus ascensos contra reloj impuso récord de velocidad en 1994 al Cho Oyu (8,201 metros) en 18 hrs. 45min, en el mismo año en el Lhotse (8,511metros) en 23 hrs. 50 min. y en 1995, en 30 horas al Hidden Peak (8,068 metros).
En 1995 estableció un récord mundial al escalar cuatro montañas de más de 8,000 metros en una misma temporada (Annapurna, 8,091metos, Dhaulagiri, 8,163 metros, Gasherbrum II, 8,035 metros y Hidden Peak 8,068 metros). Además, realizó en 1989 el primer ascenso latinoamericano, sin tanques de oxígeno, al Everest (8,848 metros), y, el primer ascenso latinoamericano al K2 (8,611 metros) en 1993.
Ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional del Deporte y el reconocimiento como Deportista del Siglo XX. Sus fotografías y artículos han sido publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Ha producido aproximadamente treinta documentales alpinos para la televisión de México y el extranjero.