Sí, insistimos en estar en cualquier sitio menos en nosotros mismos y así nos volvemos ausentes de la vida misma por vivir pensando lo que depara el destino.
Hace ya poco más de un año, mi amigo Bernardo me preguntaba si yo creía en el destino, a lo que respondí que, tenía la certeza de que el hombre no vivía condicionado a nada, que había situaciones que ocurrían porque debían ocurrir y que había muchas otras en las que nos estaba permitido usar nuestro libre albedrío (por algo muchos sabios han dicho que somos arquitectos de nuestros días), que para mí era como si de pronto nos tocara ser trenes o viajeros, era como visualizarme a mi misma en una estación de viaje y cada tren representase una oportunidad laboral o de relación humana, finalmente yo decidiría qué tren tomar y pensaba que, muchas veces creemos saber a dónde ir, recreamos la realidad, la interpretamos, nos paramos a observar, a esperar, sin embargo muchas veces nos quedamos petrificados, quizás por miedo disfrazado de “precaución” y dejamos pasar amigos, amores, momentos y trenes que nos llevarían a recorrer sitios majestuosos.
Sucede también que, muchas otras veces nos subimos a un tren, disfrutamos del viaje pero no entendemos cuándo es que termina el recorrido, pese a que el tren para y es hora de salir del vagón, nos resistimos, nos quedamos ahí esperando por algo que por bueno que haya sido simplemente “ya fue”, lloramos hasta cansarnos y no hay opción… hay que salir y cerrar la puerta con elegancia.
En fin, todo esto que te cuento lo resumí así…
Hay trenes que sólo pasan una vez, es cuestión de efímeros instantes,
su planeado paso estaba en la agenda del destino, el viajero
eres tú: hombre, necio, niña, madre, amiga, compañero
que también dotado estas del derecho de negarte.
Escrito estaba que se tren caminaría, cerca tuyo
incitándote a subir equidistante y acogerte en el sendero,
para protegerte con su perpetua sombra,
y gozar de los minutos venideros.
Si eres tren o eres viajero,
goza del desierto, de los mares y la lluvia,
de las flores, de las noches, de los días y las colinas,
porque aunque el camino sea sinuoso y el clima desfavorable,
hay que beberse el tiempo y gozar de su aroma entrañable, ese que se guarda
en el olfato del alma, alma eterna que persigue
ser feliz con insistencia, incitándote indecente
a convertirte en diamante, brillante y magistral,
esa es tu naturaleza, hombre, necio,
amiga, madre, compañero, siendo el tren o siendo el viajero.