¿Qué se yo?…


 

Sentada, observando las paredes tácitas, como muertas pero consientes, es como si mi propia piel se reflejara en ellas, como si ambas guardáramos secretos, encerradas en el mismo espacio y así contamos al unísono los minutos esperando qué se yo…

A veces la soledad parece incontenible, y ese sentimiento híbrido del sentirte sólo y saber que no lo estás se convierte en una lucha interior entre magia y razón,  y aún cuando la noche parece un abismo abierto, la luz flota con la luna como recordando qué se yo…

Los días llegan llenos de promesas y a veces yo me creo alguna, estériles, como cuando se busca sembrar en tierras erosionadas y el sol sonríe, no sé si mofándose de mi ignorancia o tal vez con actitud para ayudarme a cargar el peso de las consecuencias o qué se yo…

Pero, ¿Qué se yo?… nada, puede y sólo sienta sin saber, sólo a momentos me vuelto consciente de mi propia incongruencia, de la asimetría de mis sueños y limitantes y la disparidad  de lo que desearía sentir y lo que realmente siento, quizás sólo sé que a veces se me olvida quien soy, que todo es temporal y que siempre entrar a la cueva del corazón es un riesgo porque ahí habita la loca, caminando descalza, la loca que fundió ahí su existencia como si no tuviera más que eso, la loca que expresa siempre pensando en voz alta porque si no lo hace así cree que miente, que peca por omisión, vive la loca con sus pensamientos incoherentes, quien ha puesto pausa a sueños, eso que se mezclan con la realidad y tan se mezclan que se pierden y hasta se olvidan, ¿qué más se yo?…  quizás que hay que observar cómo se van otros seres,  que el desapego aunque difícil es práctico, es objetivo, es solución, que si abrazo mi propio centro nada ocurre y que siempre se puede bailar en medio del caos, en medio de las lágrimas, en medio de las despedidas, bailar para recordar que se está vivo.

Observo los objetos que me rodean, observo el espejo solitario porque no estoy yo ahí, no estoy frente a él traspasándome con la mirada, porque no estoy ahí viéndome surfear las olas de mi propio mar y en esta recámara de 3 x 5 me despliego, me escurro y el corazón se derrite conmigo durante la noche, y que si bien incuba todos los deseos del universo, los libera en la penumbra como dejándolos en resguardo del creador.

Observo mi sombra en la pared, mi silueta, esa forma oscura que proyecta ni más ni menos que como decía San Juan de la Cruz: “La noche oscura del alma”, ni pensar que esto es un juego de la misma luz, de la ubicua luz que lo conjura todo, que es magia por sí misma, tal vez deba hoy abrazar mi propia sombra, esa que es infinita y salpica, brilla y se seduce a sí misma.

¿Qué más se yo?…

Quizás sepa que los tatuajes que traigo en el cuerpo me recuerdan mis propias promesas, que su pigmento es como tantas personas que pasan, dejan huella y deciden irse sigilosos esperando y no me percate. Puede y me recuerden perfilados, entre ausencias y silencios,  que toda pasa, que todo cicatriza y que aún cuando el mismo dolor anestesia la vida es un ritual.

Quizás esta noche lo único que sé  es  que eso que no tiene fuego, que no agita, que no cimbra… NO TRANSFORMA.

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