Sólo un flashback amoroso


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El aire fresco entra por todas partes, intento plantarme en este momento y este lugar muy a pesar de los flashbacks que de pronto llegan, lágrimas viejas invisibles de repente se cuelan por esas coladeras de nostalgia. Me encantaría ser siempre igual de optimista y loca, me gustaría que esa sonrisa de dientes como luna menguante fuera permanente, pero no, hay días que mi alma necesita un masajito y mi espíritu un tragote de alegría. Aún cuando el frío me gusta, creo que estos días no ha sido mi mejor aliado pues entre esa lucha constante por soltar y romper viejos esquemas de pensamiento termino agotada.

Tenía tanto que no escribía con mi singular tristeza, pero así vivo mi noche oscura del alma, así busco ese escalón en espiral que me sacará de este agujero en el que suelo resbalar cuando voy distraída lejos de mi aquí y ahora, cuando me gana la impaciencia y la fe se esconde, cuando la desolación entra como ladrona a mi casa y de repente esas lágrimas añejas invisibles se manifiestan en cascada.

Todo pasa, todo es temporal, ¿para qué más discursos?, ¿para qué perder el tiempo?…

El día está por terminar y debo seguir buscando eso que me busca a mí, no prometo quedarme sentada a esperarlo, sólo deseo que el tiempo perfecto como siempre lo sincronice todo para abrir los brazos en el instante exacto, no antes, no después.

Mis lentes están sucios, mi pijama hoy no combina, mis manos están ásperas y mi alma tiene frío. Sé que hoy Dios me abraza, se que nada pasa, que cada sueño se hará manifiesto como siempre, como todo, como cada uno de mis experimentos alquímicos aún cuando crea que mi laboratorio terminará hecho añicos, llega la magia, llega conmigo.

Mi angelito Pichy, se acercó a darme ese masajito al alma y ese trago de alegría, pero vaya sublimes minutos al leer y releer nuestras conversaciones, tal vez sólo vino a recordarme que, este instante es todo lo que tengo, que se vive cuando hay vida, que no tiene gracia el hacer lo que nos toca; y traigo a mi esas líneas que me escribió en un correo cuando leyó en mi blog algo que escribí sobre mi camino a Santiago de la Compostela:

“Cuéntamelo todo, sé mis ojos, mis oídos y mi olfato,  revive para mí,  detalles, la ruta, la venera, el báculo y el cayado, las ampollas, el frío y el calor. La llegada, la imponente fachada, el botafumeiro y la nostalgia cuando todo terminó. La vida me puso zancadilla y heme aquí,  leyendo con saudade lo que has hecho. Tratando de que mi camino no tenga qué ser el peregrinaje a España sino las veredas, arroyos, piedras, lodazales, polvaredas y zanjas que cada día pone para que enfrentemos como debe ser lo que hay en tránsito.

Espero con ansias tu crónica y te mando un beso, bueno, uno, pero en el que caben todos los del mundo”.

Hoy esa  nostalgia de que tu camino terminó, es la que siento yo y por supuesto vuelvo a sentir ese beso que me enviaste en el que cabía no sólo todo el mundo, sino el universo completo.

Hoy dime tú si no, que estamos aquí, sin importar el tiempo transcurrido, recogiendo las bondades de las veredas.

Te mando un abrazo con todo mi cariño, a ti, mi maestra y correctora de estilos eterna, a quien le pediría la crónica de su camino,  ese camino de vuelta a casa que a todos nos toca recorrer.

 

 

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