Al alma lo que pida


4.0.1

«Ánima y Ánimus»

 

Ahora que me encuentro sentada frente a esta hoja blanca es porque este breve espacio es un encuentro con ella: mi alma.

Guiada por el deseo apremiante de expandir cada sentido, de salir a ese encuentro agendado con mis personajes favoritos, de mirar a los ojos a esa anciana que vive dentro, esa mujer de trenza larga y mirada profunda, que con sólo fijarla en cualquier punto descubre el alma en eso que sus ojos encuentran, qué más da si se trata de un objeto aparentemente inanimado, ella es la que sabe, la que virtuosa, la sabia que atinada encuentra cuándo y qué decir, la que goza de los silencios profundos para muchos angustiantes, la que sabe reír a carcajadas y contar historias de su biblioteca personal del corazón, la que anda con su amplia y larga falda orgullosa de su feminidad; Esa mujer de  manos callosas por tanto haber labrado su tierra y recoger cada fruto, cada grano;  De esa anciana que sabe cómo abrazar a la niña y visitar con ella cada fantasía, cada paraje oscuro y avanzar a pesar de la incertidumbre y el miedo; La bruja que feliz mueve su caldero en medio de un ritual de cantos, mantras y oraciones, la alquimista que sabe convertir materiales vulgares en oro, la que sabe cómo ensanchar el corazón para acoger a la paradoja y la absoluta contradicción en sus niveles más profundos; La que ha integrado en sí una imagen tras otra por bizarra o divina que fuese; La que está cotidianamente en contacto con sus otros personajes internos cual matrioska, esos seres que pueblan sus sueños y pensamientos y configuran la vida de su alma; La que ha sido capaz vivir sus propios mitos y concluirlos; Esa mujer que está tan familiarizada consigo misma y abraza su complejidad y llora con absoluta entrega cuando se le da la gana independientemente del lugar en el que se encuentre; La que supo comerse la vida a puños porque entendió que a eso vino. Amo a esa anciana que es sólo una cara de mi alma, esa que sabe acariciar mi cabello en esos momentos cuando me invade saudade, la que me guía apareciéndose en mi sueños invitándome a peregrinar de nuevo a Santiago de la Compostela y hablándome del tiempo; La que me ha enseñado que la oración es ese sitio en calma que concentra todo el poder atómico para remover lo que deba ser removido; La que sabe separar y disolver, restaurar o demoler para reconstruir; La llamadora de ángeles y hadas, la que abraza la sombra y la domestica. Amo a mi anciana, la que vive dentro yendo y viniendo conmigo.

Me encuentro en mi espacio favorito entre libros, maderas y flores jugando con el hada de las palabras y mientras mantengo contacto con mi alma, caigo en cuenta de cuán inútiles son muchas veces esos intentos por sanar, aquí y ahora observo que también en ocasiones al hacer menos se logra más, que el sufrimiento también revela y que al más mínimo intento por sanar no hacemos espacio a esa epifanía, a eso que no sabíamos y el dolor nos enseña, esa materia prima de evolución y trabajo interno que se gesta sólo ahí en la noche oscura, en medio de sus dolorosos e incomprensibles ritos que el ego no comprende, ahí en la desesperanza se gesta la magia.

Creo que, un verdadero contacto con el alma es el primer paso a la iniciación del amor, hacia el florecimiento y reconocimiento del poder personal, es el inicio al encuentro con eso más grande y la expansión del corazón para vivir con plenitud.

Escuchar al alma es contactar no sólo con el/la ancian@ sino también con la inocencia del niño, dejarles salir y fluir, hacer lo que se nos pegue la gana: cantar en la regadera, bailar en el espejo, dibujar, pintar, encontrar espacios de lectura e intimidad, dejar salir nuestra capacidad de asombro, conversar con ángeles y energías sutiles, correr, pasear en bicicleta, amar y dejarse amar, escribir una carta a los reyes magos listando los anhelos más profundos del corazón, no sólo ser arriesgado sino ser MUY ARRIESGADO, oler las flores, tocar los árboles, leer y releer nuestro cuento favorito, mirar esa película que hace llorar o reír intenso, escuchar esa canción que araña el alma pero también esa otra que cosquillea el cuerpo haciendo inevitable el no mover las caderas, caminar mucho, respirar profundo, atracarse del postre favorito de vez en cuando, llorar por horas y a grito abierto hasta que se sequen los ojos cuando invada la tristeza, contemplar una flor, escalar montañas, mojarse los pies, comer mucha pizza cuando aparezca el antojo, disfrutar un buen chocolate, sonreír cuando esa persona desconocida nos dispare las alarmas del corazón, ponerse guap@, abrazar con fuerza, dormir por horas, tomar una ruta distinta para ir casa o al trabajo o a sea cual sea el sitio, encender una vela y hablar con el amor, escribir, expresar sin miedo ni reservas, soñar despiertos, bañarse del perfume favorito, regalarse flores, escribirse cartas a uno mismo y dejarse llevar por las mil y un formas que el alma tiene de expresar, desde lo intrínseco e insospechado… Tan sencillo como devorar la vida y andar por ahí con el pecho expandido.

En resumen, vamos a cultivar lo divino desde la simpleza, desde lo natural, desde la sustancia del alma. Sólo desde esa dimensión de la experiencia humana podremos realmente convertirnos en personas.

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