Y de repente me siento correteando a las musas, es todo un reto agudizar la consciencia sin distracciones, quizás y mas bien también me hago la huidiza.
Hoy es un poco menos impersonal, hace mucho no hablo de mí y se me ocurre hacerlo como cuando tenía el hábito de escribir una carta a Dios todos los días, ¡ah!… Sospecho que nunca lo he nombrado aquí, pero sí, de niña y adolescente hubo una larga etapa en la que todos los días le escribía una carta a Dios, y aunque tengo el hábito de escribir a puño y letra añoro esas tardes largas de grafología en donde libraba mis batallas internas entre todos los estímulos que me provocaba una hoja blanca y un corazón atiburrado de sueños, lo único que no cambia de ese tiempo a la fecha es todo mi espectro emocional ni mi intensidad. En el fondo de este paquete de huesos que mide 1.51 sigue habitando una niña salvaje que se subía a los árboles, corría en la montaña y se escapaba cuando recibía un “no” para convertirlo en un “sí”, esa que estudiaba teatro a escondidas y tuvo que crecer pronto, muy pronto, así aprendí a agudizar mi oído para aprender a comprender las señales, se refinó mi sensibilidad y tuve que salir a cazar búfalos y cuidar mi fuego a la par, mientras escribo esto naturalmente sonrío y pienso que ¡Me encanta la vida!, realmente no cambiaría nada del trayecto.
Mientras pienso qué más hay de mi, entrelazo mis manos, las siento ásperas e inevitablemente miro mis uñas sin hacer y viene a mi mente mi cansancio físico, que si es verdad que generalmente parece que me comí un kilo de azúcar llevo ya alguna semanas buscando arraigo, mi espacio, mi lugar; Siento frio en los pies pero el corazón calientito. Hoy sacrifiqué un día familiar para estar conmigo, para ordenarme desde adentro, para hacer un pastel y reconectar.
¡Já! Es curioso cómo escribir algún ensayo, algún artículo o qué se yo me resulta tan fácil, pero hablar de mi es sencillamente entrar a zona vulnerable y eso me asusta un poco pero ya estoy aquí y luego de divagar un buen rato lo que viene a mi mente es darme cuenta cómo luego de la noche oscura he venido caminando a la persona que quiero ser, me gusta pensar que la vida no quita nada sin dar algo a cambio, que hay cosas que mueren por irse porque hay cosas que mueren por llegar y mientras hacemos espacio dentro, muy dentro, ahí en lo más profundo comienza a emanar una luz, una chispa genuina que aparece ahí en medio de la negrura y se dice que no nos da tanto miedo nuestra oscuridad como nuestra propia luz.
Aprender a ir estando cómoda en mi propia piel me ha tomado mucho tiempo, son ya algunos años zambulléndome en mi eliminando para iluminar y en medio de mi intensidad ahí voy abrazando mi sombra.
Hace rato, leía que Ralph Waldo Emerson dice que “El poeta se haya un paso más cerca de las cosas” y pienso en el poder que tiene el sublimar, en convertir el dolor o el fracaso en arte, las palabras para mi siempre han sido un recurso y anhelo conectar con la misma pasión de antes, estoy aquí porque llanamente busco una parte de mi, toco la puerta a esa loca a ver si sale, toco la puerta buscando ese fragmento de mi alma que amaba hacer poemas de todo lo que se encontraba.
En fin, sólo tocaba base conmigo a ver qué más hallaba.
Mañana vendré otra vez, de pronto encuentro algo…
Con amor
Char