El regalo de la consciencia


 

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“La consciencia y la presencia siempre suceden en el ahora, si estás tratando de hacer que algo suceda, entonces estás creando resistencia hacia lo que es, es la eliminación de la resistencia lo que permite que toda energía evolutiva se desarrolle” – Eckhart Tolle

Mucho se habla hoy de consciencia,  cada vez son más los libros de la mesa de best sellers plagados de esta palabra, prácticas espirituales que nos invitan a expandirla, coaches y gurús empleando el término en videos y rituales invitándonos a la evolución y trascendencia, pero, ¿qué significa?, ¿qué puede implicar?

Consciencia es la capacidad del individuo de “darse cuenta de que se está dando cuenta”, para entonces hacer algo con lo que está pasando; Consciencia, es un proceso de autoconocimiento y son muchos los caminos que existen para evolucionar en esos estratos.

De inicio, cabe decir que, ser consciente parte del  permanecer aquí y ahora sin resistencias ni fantasías, es abrir los 5 sentidos a este preciso instante: mirar los colores de los objetos o paisajes que nos rodean, las sonrisas, los ojos de quienes están cerca de nosotros; Es abrirnos a sentir la temperatura del lugar en el que nos encontramos, escuchar con atención cada sonido, desde los más cercanos, hasta los más lejanos, desde los más graves hasta los más agudos; Es degustar los alimentos con calma, gozo y gratitud, experimentar a flor de piel cada textura y estar tan en contacto con nuestro propio cuerpo que podamos escuchar cada mensaje y dialogo interno, observando cada pensamiento y detectando aquellos más recurrentes para poco a poco ir descubriendo cuáles son las creencias que nos conforman, porque finalmente nuestras creencias son esos lentes a través de los cuáles vemos el mundo y bien dicen los sabios que no vemos al mundo como es, sino más bien como nosotros somos. “Aquí y ahora” es donde confluyen pasado, presente y futuro, y cuando negamos lo que ocurre y lo que sentimos, generamos resistencia y no permitimos que nuestra consciencia no sólo se expanda, sino que también se abra a nuevos posibles escenarios.

Ocurre la mayor parte del tiempo, que un sinfín de nuestros hábitos y reacciones son en automático, muchas de las veces ya no cuestionamos nuestros impulsos, vamos por ahí con los mismos patrones y dinámicas de relación, repitiendo escenas con diferentes actores. La ventaja es que a través de explorar nuestra consciencia y del “darnos cuenta”, poco a poco rompemos esos esquemas y al actualizar creencias caducas en automático re direccionamos nuestra experiencia de vida más hacia la plenitud y el gozo.

Entre lo que sentimos y el mundo que nos rodea, cada ser humano tiene la oportunidad de participar en los eventos que ocurren en su contexto sin que esto implique propiamente el controlar, y hacerlo desde el amor y el perdón o la venganza y el dolor dependen del estado de nuestra consciencia, esa que podemos descubrir y conocer si nos quedamos en silencio para saber cuáles son nuestras verdaderas intenciones y anhelos más profundos, y en la medida contemplar las causas que producen ciertos efectos y no desencadenar eventos adversos.

Cuando experimentamos algún proceso crítico y logramos trascenderlo, es como si nuestra consciencia diera un salto cuántico: cuando experimentamos alguna crisis y salimos victoriosos, cuando abrazamos nuestra sombra y reducimos nuestras propias proyecciones convirtiéndonos en seres más empáticos, nos convertimos en seres más evolucionados, seres que se aproximan más a la autorrealización.

La consciencia no permanece estática, se transforma en todos los momentos y son muchos los caminos para ensancharla y percibir la realidad de una manera más amigable, una realidad en la que podamos integrar a personas y circunstancias que nos ponen a prueba disolviendo tantas fronteras con los demás como sea posible. Hacernos conscientes, es una tarea de vida y lo hacemos a través de cada relación, porque para integrar primero hay que proyectar, porque hacernos conscientes es también humanizarnos. Todas las prácticas espirituales tienen como fin propiciar la unión del alma individual con el alma universal, disolver tiempo y espacio comprendiendo que lo que hacemos al otro, nos  lo hacemos a nosotros mismos, por la sencilla razón de que “todo es uno”, somos UNO.

Ser consciente, implica una alta dosis de responsabilidad y auto observación, es un trabajo realmente profundo, y cuando se habla de responsabilidad es sobre asumir los costos de cada uno de nuestros actos y palabras, dejar de culpar a Dios o al universo por “la mala suerte” y asumirnos co creadores de la realidad que cada uno vive y hacer lo necesario para crear desde la gratitud y la certeza y no desde la carencia y el miedo. Estamos diseñados para evolucionar y para trascender.

Explórala, medita, contempla, camina en silencio, escribe lo que piensas, escúchate  y has lo que todo eso que te permita entrar en profundo contigo contacto contigo, deja que se te inunde el alma de presencia. Parte de la maravilla de nuestra dimensión espiritual es que no hay ningún rincón dentro de cada ser humano que no pueda ser iluminado por la luz de la consciencia.

Amorosamente

Rosario Cardoso

 

Y resucitar al tercer día…


Y cuando pierdo, gano.

Me emociona el cambio. Cuando el alma pide cambiar de lo que sea (casa, empleo, hábitos e incluso pareja) qué importante es hacerlo, porque todo lo que te pertenece por naturaleza, lo que te corresponde por esencia, por vibración, porque toca andar un nuevo camino, porque hay que evolucionar hará un gran esfuerzo por llegar a ti y hay que dejarlo entrar… Pero todo aquello que no pertenece y que no favorezce, que no hace bien hay que dejarlo ir, porque también hace un tremendo esfuerzo por marcharse aún cuando el miedo y el ego generen resistencia… Mejor decir: GRACIAS A LO QUE FUE Y SÍ ROTUNDO A LO QUE VIENE!…

Pero claro, dentro de esta actualización cotidiana del ser,  morimos tantas veces como necesarias, y así vamos haciendo espacios.

Morimos una y otra vez cuando dejamos que emerja  una versión nuestra con mucha más alma, más completa… con sus respectivos dolores de parto porque las personas dentro de esta tendencia actualizante nos parimos una y otra vez a nosotros mismos, y luego de cada batalla interna que vencemos, encarnamos en un ser nuevo, independientemente de nuestros esfuerzos por deslizarnos de la muerte pero al fin, la muerte es un ciclo del alma, es un mito que recrea la consciencia.

Quizás, una de las enseñanzas de Jesucristo como el gran pedagogo que era,  fue el morir en la cruz, descendió a los infiernos a través del dolor físico y espiritual, del rechazo, la tortura y la soledad para luego trascender a través de la resurrección; ese es el mito de la muerte, y es que esos dolores del alma ante la desilusión, incluso cuando sentimos que se ocultan nuestras pasiones y bienaventuranzas y que el sentido de la vida se diluye, vale la pena cerrar los ojos  e instalarse en la noche oscura, y es que elegir morir no es sólo un mito sino también un arte, ya que el vacío y la grisura de la angustia permiten que escuchemos al alma de tal manera que sería imposible hacerlo en estados de absoluta euforia e incluso en medio de la cotidianidad. Estas pequeñas muertes desde la melancolía hasta la pérdida absoluta, proporcionan al alma la oportunidad de expresar sus anhelos más profundos y naturaleza salvaje para entonces florecer en medio de un suelo que parecía erosionado, estas noches oscuras brindan experiencia y esta es justo la riqueza del mito de la muerte en el desarrollo de la persona: asumir y aprovechar las ganancias de las pérdidas que confieren sabiduría y hacen que coagulen las emociones y metabolicen las experiencias.

Morir casi nunca es elección, pero sí siempre una oportunidad de hacer ajustes dentro, espacios para un nuevo arado en las profundidades de la psique, el alma y el corazón para sembrar otra vez y esperar la cosecha, finalmente los seres humanos tenemos el potencial de ir al límite de nuestras posibilidades humanas en medio del pasaje oscuro y resucitar también luego del día tres para luego expresar vida plenamente; Sin duda, el progreso del alma es profundo y oscuro, no podemos hablar de Desarrollo Humano tan a la ligera pues no se trata de un avance siempre positivo y progresivo, sino más bien muchas de las veces cada ascenso requiere descender, visitar un breve estado de muerte para luego trascenderlo muy a pesar de la elección y no elección del sacrificio, ese acto espiritual de renuncia y reconocimiento a eso superior a uno mismo, esas privaciones ordinarias por las que pagamos el precio para estar en un mejor lugar, esa renuncia a pequeñas libertades  que van dando paso a una libertad mayor y a un misterio inmenso, eso a lo que llamamos TRASCENDENCIA, esos saltos cuánticos que damos cuando nos levantamos de una manera más breve y con un aliciente intrínseco producto de esta experiencia oscura, finalmente uno es la suma de sus fases y vivencias, de sus muertes y sus pérdidas y aunque todas estas historias son útiles no nos conforman pues no tienen la última palabra, he ahí la importancia de romper creencias y experimentar con completa presencia esa tendencia actualizante dejando morir lo que debe morir, creando espacios incluso a través del cuerpo, por ello los grandes místicos de todas las religiones se entregaban con total convicción y pasión al ayuno, era como dejar morir y  liberar para continuar abriendo canales entre lo consciente y lo supraconsiciente.

Morir es vivir, es dentro de esta finitud y vacío encontrarse con lo infinito, es abrirse a nuevas formas de entenderse siguiendo nuevas coordenadas y así con las crisis comienza la  iniciación y a todo esto, el sentido de tocar fondo es que no queda a donde ver sino es que para arriba.

Un poco de Agape


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Haciendo un esfuerzo por contactar conmigo misma luego de tener la mente desparramada afuera, lo primero que ha llegado a mí, o más bien la idea que he tenido latente durante los últimos tres días ha sido el Ágape, ese amor incondicional y contemplativo que nadie puede morir sin haber experimentado, esa compasión y cuidado por el otro, eso que hace que Eros aflore en toda su plenitud y que Philia construya un vínculo de complicidad y camaradería.

Pensaba también en cómo amo hoy mi vida sin reservas y cómo ese amor hacia mí misma fluctúa, decae, sube, se enrosca, crece, resbala una y otra vez llenándome de ese Ágape el alma: mi propio Ágape, de pronto incongruente y temerosa pero finalmente viviendo.

Últimamente, reconozco que mi vida ha girado en torno a mi arista profesional y me sorprende que es el feedback que he recibido de dos o tres amigos cercanos por lo menos en un mes; Sí, tal vez me he concentrado ahí y la mitad de mi energía orgánica la invierto en el trabajo y en la maestría, mientras la otra mitad se vuelca en descarga física, llámese correr, yoguear o pasar algunas horas en el gimnasio mientras el resto en mi gente y mis libros… sí, si tengo amig@s y me gusta cada fin de semana compartir tiempo y espacio con gente que tiene la capacidad de bendecirme con sus presencia, gente que tiene la capacidad de ayudarme a cincelarme o simplemente darme un buen modelaje, gente que me resulta un buen espejo y hace que ese Ágape se potencialice y escurra en todo mi hábitat, mi casa: yo misma. De pronto no puedo ser objetiva conmigo, no sé si realmente me concentro mucho donde dicen mis espectadores, pero lo que sí sé es que siento que encajo ahí, sé que me da plenitud, sé que puedo conectar con el mundo y que tengo mucho por dar. Creo que la sexualidad se vive desde adentro y la sensualidad se refleja a través de una vida colorida, profunda, una vida que se come a puños y se avienta de cabeza apelando a la razón, quizás por eso inicié hablando de ese triángulo amoroso: el mío.

No importa cuánto aflore mi propia complejidad, sólo importa cómo voy reinventando mis mitos y cómo todos mis motivos se confrontan con mi razón, porque la riqueza del mito es esa: le da la vuelta a la razón, ¿quién cuestiona un mito?, creo que nadie, por el contrario el mito se adopta, se abraza, se conecta con la realidad y se compra el arquetipo mientras la razón aguarda silenciosa.

Hace unos días, leía sobre el amor sano, sobre los apegos y los afectos y cómo ese amor sano es aquel que integra esos tres aspectos de los que comencé hablando. El eros, que viene de la tradición griega, que es el deseo, las ganas del otro; La filia (philia), que viene de la tradición griega, que significa amistad, ser cómplices, tener proyectos comunes, no tener que explicarle el chiste a la persona que amas, porque entonces ya se va mal. El tercer elemento es el ágape, que viene de una tradición judeo-cristiana, que tiene que ver con el cuidado con el otro, la compasión del otro, que el dolor del otro te duela, la no violencia, se me ocurre que es ese amor incondicional y profundo que hace que el otro saque su mejor versión… sí, suena a utopía pero no lo es, realmente existe, como existe el derecho al desamor. Este triángulo, con buenas dosis de sus tres sustancias creo que es lo que mantiene este mundo girando acompañado por supuesto de un profundo sentido de libertad, pero de esa que más que se vive “se siente”, se respira… Sin duda, las cualidades del amor se extienden e incluso en esa “noche oscura del alma”, de la que habla San Juan de la Cruz, porque creo que es una oportunidad para regresar y recrear el mundo… “reinventar el mito”.

Pensaba un poco en las parejas, en mis propias creencias incluso valoraba las no vigentes, y escuchaba a un psicólogo conductista que hablaba justo de este triángulo, decía que si en una pareja había sólo eros y Philia sería como estar con un semental intrascendente; si hay sólo Philia y Ágape es como compartir con el maestro de filosofía o es más bien una relación de hermandad y que si no hay Ágape, ¡NO HAY NADA!, qué arduo es construir un amor inteligente, un amor independiente; no, no es falacia, creo que es una cuestión de voluntad y de una proyección de amor individual, amor propio. En fin, sólo validaba mis ideas o como a veces digo, pongo en líneas rectas mis ideas torcidas.

Sí, aunque no siempre me apetezca escribir intento hacerlo tan sólo para conectar conmigo resignificando mi experiencia, mis triángulos, mis deseos y mi esencia creativa; tal vez sólo intento afinar mis sentidos para saborear mejor la vida y no cuestionar tanto, ser más bien un espejo bien pulido para que cualquiera que pueda mirarse en mis ojos y se guste en el reflejo.

 

 

Consciencia sin fronteras


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DIVIDIDA POR LA MITAD Y MI MUNDO FRONTERIZO

Difícil situación humana:

“Cuanto más firmes son nuestras fronteras, más encarnizadas son nuestras batallas. Cuanto más me aferro al placer, más temo – necesariamente – al dolor. Cuanto más voy en pos del bien, tanto más me obsesiona el mal. Cuantos más éxitos busco, mayor será mi terror al fracaso. Cuanto mayor sea el afán con que me aferro a la vida, más aterradora me parece la muerte. Cuanto mayor sea el valor que le asigne a una cosa, más me obsesionará su pérdida”.

Este breve párrafo, de manera concisa expresa mi dinámica de vida, mi forma de demarcar mi realidad, mi yo, mi esencia.

Pienso en todas esas veces en las que he ido corriendo casi detrás de todo, llena de expectativas, con la convicción de que “ganaría”, aferrada a una vida de logros y por ende de miedos y frustraciones, porque por cada situación que no saliera como yo lo había soñado, había una mujer frustrada – Yo- con el autoestima por los suelos, con la fe rasgada y un profundo enojo con Dios porque no me había escuchado, ¡Ja! Hoy me río de mí y de la facilidad con la que hacía responsable de mi vida a la sabiduría infinita, me río del tiempo en el que hice responsables a mis padres de todo lo incómodo que yo vivía, tal vez porque yo no sabía que cada quien hace las cosas lo mejor que puede con lo que tiene.

Había extendido mis fronteras con mis seres cercanos y los más importantes: Mis padres. Independientemente de que no esté obligada a amar a nadie y paradójicamente a eso haya venido si deseo trascender, yo tengo la convicción de que fuera de la cercanía que exista, entre más sanos sean los vínculos con mis padres (no importando si son vínculos delgados o anchos, largos o cortos) más plena será mi vida, pues finalmente fueron mi primer entrada al cosmos.

Viví distanciada de ellos emocionalmente durante casi toda mi vida; a veces creo que hay cosas que toca vivir y huecos con los que también hay que aprender a vivir y aún así intentar y  brillar como la luna… llena de cráteres, alumbrando para todos integrada al cosmos y sin fronteras,  pues aún a millones de kilómetros no sólo toda la humanidad puede observarla, sino también se puede llegar a ella.

Qué difícil me ha sido aprender a fluir, a no separarme tanto del mundo, a comprender que en la vida hay que aprender a decir adiós tantas y tantas veces;  qué crudo es oscilar cual péndulo entre mis apegos y mis afectos, cómo desearía poder expresarme un día aunque fuera en sueños  como lo hizo  San Francisco de Asís: “Hermano sol, hermana luna”.  Cómo desearía que permeara en mí el hecho de que “Yo soy tú y tú eres yo”.

 EL NIVEL DE MI PERSONA E INICIO DE MI DESCUBRIMIENTO

“Miré y miré, y esto llegué a ver:

Lo que creí que eras tú y tú

En verdad era yo y yo”

Enfrentarse al sufrimiento de manera reflexiva y racional sin aferrarse a él… Hasta ahora comienzo a experimentarlo, hasta ahora es que creo que, la ventaja de tocar fondo es que no queda a dónde ver sino sólo es que para arriba. Sólo así le quito espacio a la sombra y nuevamente me siento como la luna… incapaz de brillar en todas partes al mismo tiempo. Así lidio con mi sombra, si el día y la noche lo hacen, ¿por qué yo no?

Si pudiera resumir el significado de la palabra sombra en una frase corta diría una muy coloquial: “Lo que te choca te checa”, y es titánico el asimilar (si es que ocurre) que sólo veo a mi sombra a través de los rasgos y acciones de los demás, sólo puedo darme cuenta de ella mientras pasea fuera de mi, y así pretendo no dejarla entrar más, proyectando y atribuyendo cualidades y actitudes en los demás  que intento desterrar de  mi misma, por ejemplo: no tolero a la gente débil o quejumbrosa porque me recuerdan a la mujer vulnerable que no se permite quejarse.

Me impresiona la rapidez con la que retrocede mi sombra cuando me doy cuenta de ella y cuan amenazada puedo sentirme al descubrir eso que no me gusta.

Qué difícil es abrazar a la mujer vulnerable, la que siente inseguridad pese a su autonomía…  qué difícil es llorar – dice mi sombra – Prohibido mostrar flaqueza. Te han rechazado tantas veces que “Te bastas sola”.

Cuando intento expulsar a mi sombra, no me libero de ella, no me quedo con un hueco, una brecha o un espacio en blanco en mi personalidad, sino con un síntoma, un doloroso recordatorio de que estoy ignorando una faceta mía.

Y así me he comprado la máscara de la mujer perfecta y con esta niego lo que me pertenece: mi natural vulnerabilidad.

Pero, ¿cómo he descendido por el espectro? Al disolver una demarcación mediante el reconocimiento de una proyección. Me doy cuenta que, las proyecciones no son ni buenas ni malas, sino más bien necesarias pues, hay sucesos que no pueden pasar directamente a la mente consiente, creo que deben primero pasar por el mundo y así yo conectar con “el otro”, a quien necesito para conocer todo lo que he rechazado de mi, como el enojo por ejemplo, aun a sabiendas de que el enojo es útil, negué durante mucho tiempo esta emoción orgánica intentando ajustarme al “ego ideal”, la chica que nunca pierde el estilo.

Pienso que, mi sombra no es intrínsecamente “mala” y también hoy se que el amor divino vive más cerca de ésta, me ayuda a sostener la tensión de mis opuestos mientras yo lucho por mantenerme a la mitad del camino. Con mis primeras terapias entendí que esto es un acto difícil de soportar y que puede equipararse a una muerte de cruz, sin duda un estado en el que la gracia puede descender sobre mí si me dispongo a morir sin buscar soluciones racionales a temas que no pueden resolverse en el nivel del ego.

Es difícil soltar y sentir que “pierdo”  para  acoger toda sensación incómoda, sólo así puedo re significar mi vida.

MI NIVEL DEL CENTAURO:

“El cuerpo se convierte en un objeto o una proyección tal como ocurre con la sombra. Lo que llamamos cuerpo físico no es una realidad más profunda que el ego. El cuerpo es una colección bien organizada de procesos involuntarios: circulación, digestión, crecimiento y metabolismo”.

En realidad el ego sólo suele identificarse con los procesos voluntarios y controlables… Cierto es que todo es regido por una sabiduría profunda e infinita y mis procesos corporales son todo un milagro, pues aunque intentara procesar cómo funciona, no terminaría de comprenderlo, pero…

¿Realmente soy capaz de crear conexión con mi cuerpo… ¿Qué sucede en mi cuerpo cuando la hostilidad se proyecta?

Recuerdo que hasta no hace mucho y durante casi toda mi vida, mi rostro reflejaba una expresión de enojo y casi siempre me preguntaban: ¿estás enojada?… esto para mí era muy incómodo y me lo cuestionaba, hasta que un día, me paré frente al espejo y comencé a hacer muecas de verdadero enojo de una manera consciente y forzada, creando tensión en cada músculo de mi rostro. Fue un ejercicio muy fuerte, sin embargo, me fui al extremo y a veces sonrío de más, lo que me resta congruencia pues el mensaje que mando es doble y como consecuencia no permito que quien me ve conecte conmigo, no me dejo acompañar… ¿será mi miedo a mostrarme vulnerable?…

Ha habido una proyección mental y a nivel físico algo debe suceder también, ya que la mente y el cuerpo no son dos cosas ¿Qué sucede en mi cuerpo cuando reprimo la hostilidad?: Se me inflama el estómago, me estriño y en ocasiones me da reflujo.

A través de mi constante práctica de yoga he ido aprendiendo a ponerme cómoda en lugares incómodos, dispuesta poco a poco a aceptar lo incontrolable, con fe y desarrollando un yo más profundo, buscando trascender mis propios movimientos superficiales y ruidosos de mi ego y voluntad. Tal vez mi tarea hoy más complicada es quitarme mi máscara de “Doña Perfecta  Juez” y asimilar de verdad que no necesito controlarme para poder aceptarme, desearía poder reconocerme de una forma más genuina. Finalmente mi ser más profundo, el centauro, está más allá de mi control.

Lo voluntario y lo involuntario forma parte de mi, y así como no puedo hacer que e crezca el pelo más rápido ni mi aparato digestivo haga ruido justo en medio de un silencio profundo puedo intentar dejar de manipularme tanto y pueda convertirme en una persona más libre.

Ha sido sanador para mí el comprender e introyectar a través del vehículo de la fe que hay una inteligencia divina, una fuerza superior que rige y ordena lo involuntario, lo que ya no está en mis manos pero sigue siendo mío. Es un milagro que mi organismo siga coordinando millones de procesos al mismo tiempo mientras el ego puede sólo con dos o tres.

El ego muchas veces intentó fabricar placer a través de otros, buscando yo que alguien más cubriera mi necesidad, mi soledad, ese padre ausente lo seguí buscando en hombres con quienes tuve sólo relaciones efímeras, buscando esa “felicidad” fuera de mi, buscando esa alegría de vivir en compañía del otro.

Deseo volver al centauro y como decía Blake: “La energía es eterno deleite y proviene del cuerpo”. Y parafraseando a Wilber: “No depende de gratificaciones ni promesas externas. Brota desde dentro y se nos da libremente desde este mismo momento”.

“Mientras el ego vive en el tiempo, alargando el cuello para atisbar futuros logros y lamentando en su corazón las pérdidas pasada, el centauro vive siempre en el nunc fluents, el presente pasajero y concreto, el presente vivo que no se aferra al ayer ni clama por el mañana, sino que encuentra su realización en la prodigalidad de este momento”.

Entregarse completamente a la muerte con cada exhalación es renacer y regenerarse con cada inhalación y paradójicamente, algunas veces cuanto más muerta me he sentido he sido capaz de generar más vida.

EL YO TRASCENDETE Y EL ESTADO FUNDAMENTAL DE LA CONCIENCIA

Deseo vivir mitológicamente, catalizar a esta mujer racional que muchas veces me posee, finalmente una de las riquezas del mito es cuán fácil le da la vuelta a la razón. Deseo aprehender lo trascendente, sentirlo, vivirlo en mí, en mi vida, en mi trabajo, con mis amigos, en mi entorno.

Dejar de identificarme con mis angustias y mis inseguridades, mis miedos y mis frustraciones es integrarlos, deseo realmente convertirme en ese testigo que lo mira todo desde arriba, sin sentirme siempre amenazada.

¿A qué he vivido apegada?… A lo masculino, porque he repetido historias de manera compulsiva, la paradoja es que, pese a mi apego en su momento, no he sido capaz de integrar lo masculino a mi vida; me resisto a sentir que “deseo un complemento” aunque mi alma lo haga. Hoy creo que he realmente aprendido a gozar de mi soledad, cada vez más me va preocupando menos el estar acompañada. Coincidentemente cumpliré un año sin compartir departamento y aunque financieramente es un gasto, emocionalmente ha sido una inversión, pues he tenido ese espacio para  trabajar conmigo de una forma más cercana y en silencio, para hacerme más responsable de misma, de mis tiempos y energía.

No sé si en algún momento he sido capaz de reflejar de manera objetiva como lo hace un espejo, es retener ni rechazar. Añoro poder hacerlo conmigo y afinarme como instrumento.

“En el nivel transpersonal, empezamos a amar a los otros, no porque ellos nos amen, nos afirmen, nos reflejen o  den seguridad a nuestras ilusiones, sino porque ellos son nosotros”.

Pienso en todas esas veces que he tenido que morir y me doy cuenta que han sido muchas, desde mi infancia morí, y morí y morí. Recuerdo que esto ocurría después de cada confesión, y no es que estuviera consciente de que “moría”, sino que, vivía el ritual como el punto final de una antigua narrativa, decidida a ser una mejor versión de mí luego de que el padre me diera la bendición.

Cuando viví temporalmente la separación con la religión misma, experimenté la muerte a mis prejuicios, quizás a integrar parte de mi sombra, a comprender que no todo era “malo”, que había cosa que no eran “pecado” y comencé a vivir de una manera más autónoma y auténtica.

He muerto ante distintas situaciones como: cambiar de ciudad, de empleo, de amigos, de casa, de hábitos; he muerto cada vez que he admitido que no tengo control sobre lo que alguna otra persona pueda sentir o no por mi; he muerto cuando experimento la libertad que el otro tiene de ser como es y cuando me doy cuenta que sólo yo puedo llenar mis vacíos deshaciéndome de toda expectativa.

La última vez que morí a modo de crucifixión fue cuando asimilé y abracé que quien fue mi más grande amor, no me amara y así, cuando más muerta me sentí, más vida recobré pues cuando me di cuenta había recuperado mi poder.

La vida que ambiciono llegará sólo cuando muera todo lo viejo.

Hace justo una semana, visité ese lugar donde viví esa historia y fue como si hubiera recuperado un trozo de mi alma, fluí libremente sin angustia, sin dolor y sin frustración alguna luego de tres años de no haber puesto un pie ahí y seis de haber huido. Me descubrí con alas nuevas, luego de haberme arrastrado cual oruga durante tanto y tanto tiempo. Me di cuenta que el sortilegio había concluido y descubría que no podía aplazar mi propia existencia.