La compasión está tocando la puerta


En pocos días cumpliré años, me gustan los ahá moments de regalo.  Escribir aquí, me da la posibilidad de vulnerarme porque yo sé que quizás exista alguien del otro lado que se sienta como yo, y proyectar la herida con consciencia y compasión también sana.

En mi carta astral, en mi casa 6 – la casa del propósito de vida- está Quirón: “el sanador herido”, y aunque lo que voy a decir no es precisamente una verdad absoluta, es cierto que a veces cuando más rotos estamos es cuando más podemos servir. ¡Vaya paradoja!… ¿o paraJoda?

Pero bueno, me he reunido contigo esta mañana con café en mano a través de esta pantalla para platicarte mi última revelación, sí, sí… déjame imaginar que te conozco desde hace mucho tiempo, así que por favor no tengas ninguna expectativa sobre mí y sólo déjame contarte…

Resulta, resalta y acontece que estaba en mi clase de box mañanera – boxear es una de mis prácticas espirituales cotidianas primordiales – y mientras golpeaba con gusto y singular alegría, pensaba en esa huelga afectiva que me marqué yo sola hace exactamente un año. Mi historial amoroso no ha sido muy extenso pero sí muy intenso, siempre me he asumido como una mujer muy libre pero eso no me quita ningún anhelo, mis deseos siempre están danzando como niños en dulcería, y con deseos me refiero por ejemplo,  al hecho de terminar de remendar lo que haya que ser restaurado dentro de mí para que mi inconsciente deje de llevarme por lugares oscuramente conocidos, de esos en los que a pesar de la negrura o llevar los ojos vendados, uno llega fácilmente habiendo creado incluso surcos de tanto ir y venir; esos espacios en donde las autoprofecías se cumplen porque uno termina actuando cosas que la psique esconde en sus profundidades y que puede ser tan doloroso como para no lograr ser nombrado, que nada como recrear el lugar de los hechos y llegar a los mismos infiernos pero con diferentes diablos. Y no, no, no, ¡no me juzgues!, y es que, aunque efectivamente estoy hablando de heridas primarias, no quiero moverme como siempre en el lado de “la que sabe”, quiero más bien ser tantito vulnerable aquí, pero bueno, prosigamos…

Mi hallazgo  fue que,  luego de haberme asociado con gente que no ha estado disponible – porque claramente yo tampoco lo he estado -, desde mi lugar más roto sentí el drama del rechazo, y en medio de esa historia que yo me he contado, me di cuenta de cuántas puertas he cerrado en muchas de mis dimensiones personales para que nadie entre, especialmente gente que vuelve del pasado, y en casos muy particulares me mueve una vergüenza sexual muy cabrona, porque aunque yo sé que en mis relaciones “amorosas”  pasadas yo hice lo mejor que podía con lo que tenía, en muchos momentos me faltó ser lo suficientemente asertiva como para saber exactamente dónde estaba parada, porque yo metía ambos pies en algo que parecía que era un noviazgo, mientras el otro sólo tenía un pie adentro con el discurso de “nos estamos conociendo”, yo románticamente pensaba que “los títulos no importaban” – inocente pobre amiga – ¡pero claro que importan!. Me tomó tiempo asumir que no es que yo fuera una tonta, simplemente que son cosas que he venido aprendiendo a la mala yo solita, mira, yo vengo de una familia de mujeres en donde no hubo ninguna figura masculina presente, no tuve ningún modelaje sobre lo que había que hacer en una relación, cómo se construía, qué significaba qué o cómo se marcaban límites. Abrí mis puertas en muchos momentos gracias a mis huecos y curiosidades, yo sí era esa a la que le decían mi alma y ahí estaba 100% disponible. Con profunda compasión observo esa parte de mi historia y me doy cuenta de que la vergüenza está sentada en medio de mi sala tomándose también su tacita de café queriéndome enseñarme aún no descubro qué, pero mientras tanto te lo quise compartir.

Para mí, integrar la energía masculina a mi vida y honrar esa fuerza ha sido un trabajo largo. En mi caso, mi propia energía masculina la tengo muy bien asumida porque dadas las circunstancias en mi familia de mujeres, me volví cazadora de búfalos como mi madre y mis hermanas, por otro lado, el arquetipo de Artemisa se ha apoderado de mi a lo largo de casi toda mi vida, hoy me encantaría encontrar un lugar seguro en el que pudiera quedarme tranquilamente a cuidar el fuego mientras dejo el arco en el piso y dejar de salir a cazar. Disfrutaría que Afrodita supliera a Artemisa cada vez más seguido, podríamos organizarnos para que puedan coexistir ambas en mí.

Estoy llegado a un lugar interno muy bonito, de mucha misericordia y un autocuidado más consciente, no desde la reactividad, soy más proactiva conmigo y tengo cada vez más claro el valor del tiempo.

Quizás siga un ratito más en huelga afectiva, tomando cafecito y contándote las novedades. La vergüenza sigue en la sala pero la compasión acaba de tocar la puerta…

Con amor

RC

Deja un comentario